septiembre 10, 2021

Votar sin nada para esperar

La incredulidad de Tomás es el episodio del Evangelio de Juan donde el apóstol Tomás niega la Resurrección de Cristo, mientras no vea y toque personalmente las heridas infligidas a Jesús en la Cruz.1​ En el arte, el episodio se ha representado con frecuencia, al menos desde el siglo V, reflejando diversas interpretaciones teológicas. A este episodio se le conoce también con el nombre de La duda de Tomás, si bien la palabra duda no refleja de forma tan precisa la historia como la de incredulidad.


Cada vereda de las dos mayorías muestran a este 12 de Septiembre como la  Madre de Todas las Batallas, en el medio aparece un disruptor que veremos si las urnas transforman en realidad el fenómeno liberal que ojalá haya prendido en la juventud, esa misma juventud que hasta hace nada se había emborrachado con los cánticos vetustos de los setentas. 

Pero la verdad de cómo quedarán compuestas las cámaras de senadores y diputados recién la conoceremos el 15 de Noviembre, es decir dentro de dos largos, tediosos y conflictivos meses en términos económicos, sociales y políticos. 


La lógica indica que nada cambiará demasiado, y la actual administración mantiene sin solución de continuidad el camino al abismo, sin gestión en ninguna de sus áreas, sin plan económico, sin modelo de país. 

A lo que ya todos sabemos, la parálisis de gestión tiene mas que ver con que esta coalición tuvo como objeto ganar una elección, lograr impunidad pero de gestionar la incompetencia conjuntamente con las disputas internas son el común denominador en todos los niveles del poder. 


En el medio y como siempre, nosotros. Envueltos en la incertidumbre por la falta de previsibilidad, cepo a todo lo que tenga que ver con la salida de dólares e inundados de pesos que no valen nada.  


Tener cinco billones de deuda interna es casi más preocupante que la deuda con el Fondo Monetario, un acuerdo con este no resuelve la brecha del 80% por ahora, el atraso del tipo de cambio, las tarifas congeladas y la no generación de empleo privado. 

La mayoría de la población tiene muy presente en su memoria emotiva la crisis 2001, pero los agentes económicos y algunos analistas entre los que me incluyo tenemos la memoria inmunologica muy activa y vemos un escenario calcado al de 1989, previo a la hiperinflación. 

Pero el actual contexto es aún peor, porque, si bien en aquella época las arcas del Banco Central estaban vacías, teníamos indicadores económicos que permitían suponer que ante un plan integral con reformas estructurales las chances de crecer eran importantes, finalmente y luego del traspié de Raúl Alfonsin primero y Carlos Menem después, Argentina recibía inversiones y pudo torcer el rumbo al menos por ocho años. 


2021 encuentra a nuestro país sumido en la pobreza, indigencia, desempleo creciente como nunca antes, que ya es estructural, el tejido social desintegrado, millones de jóvenes sin una base sustentable para en el caso de poder acceder a un empleo, nos quedamos sin mano de obra calificada. 


Son tan radicales, dolorosos e inevitables los cambios que Argentina debe iniciar de manera urgente que el tránsito hacia una normalización van a incrementar durante algunos semestres las actuales circunstancias sociales. 

Y quién va a ser capaz de hacerlas...? La respuesta es siempre la misma, ninguna fuerza política por sí sola es capaz y ni siquiera se atrevería, en consecuencia la tarea se la dejan al mercado, y el mercado, los agentes económicos no tienen piedad, fuerzan los cambios por las malas, sin gradualismos y generalmente lo hacen a medias, arman la clásica corrida cambiaria, de manera que la inflación se espiralice, el Gobierno lo deja porque le licúa sus pasivos en pesos y ambos van logrando competitividad en los términos de intercambio, al consecuente y alarmante crecimiento de la pobreza y desempleo lo ven como daños colaterales. 


Ya dijimos en este espacio que nos encaminábamos hacia la peor crisis de la historia, y de hecho estamos transitándola aunque todavía no vimos lo peor.  

Ahora si ya no quedan herramientas para evitar los tres dígitos de inflación, cuatro dígitos de dólar libre y una catástrofe social sin precedentes, pero lo peor es que de fondo no veremos ningún cambio que modifique el rumbo decadente del que venimos desde hace setenta años.  

Para cambiar la ruta del deterioro no puede haber un mandato más de populismo, y para eso habrá que ver para creer. 

 

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