noviembre 11, 2025

La economía real, el eslabón perdido del plan Milei

 Las elecciones de medio término le dieron aire político al Gobierno. El respaldo electoral, en teoría, le otorga margen para corregir el rumbo económico y construir credibilidad. Sin embargo, la economía real —la que produce, emplea y consume— sigue deteriorándose de manera sistemática.

El diagnóstico es claro: mientras los equilibrios fiscales y monetarios se sostienen con alfileres, la producción, el consumo y el empleo se desploman. El programa económico logró licuar pasivos y contener la nominalidad, pero al costo de asfixiar a los sectores que sostienen la base del empleo privado y el entramado pyme del país.

La recesión que no da tregua

Desde febrero, el nivel de actividad general muestra un descenso continuo. El IGA revela una caída del 1% respecto al pico de este año y del 1,5% frente a 2022. No es un colapso súbito, sino una tendencia serrucho descendente que refleja el agotamiento de un modelo basado en la estabilidad cambiaria artificial y tasas de interés estrangulantes.

La construcción es el caso más dramático. Pese a cierta recuperación técnica a comienzos de año, el sector está 17% por debajo del nivel de actividad que tenía cuando empezó el gobierno. El costo de construir en dólares sigue siendo prohibitivo: el poder de compra del dólar blue medido contra el costo de construcción cayó 49% respecto a noviembre de 2023. En otras palabras, el dólar está regalado para importar, pero carísimo para producir.

La industria manufacturera no muestra un panorama mejor. Los niveles de producción regresaron a los mínimos de abril de 2024 y ya igualan los de 2019, en plena recesión macrista. La combinación de tipo de cambio atrasado, tasas altísimas y desplome del consumo interno pulverizó la rentabilidad industrial.

Consumo en caída libre y desigualdad territorial

El consumo masivo atraviesa nueve meses consecutivos de caída. Las ventas minoristas están más de 20% por debajo del pico de diciembre de 2024. Las mediciones privadas muestran que el consumo masivo actual equivale al 84% del nivel que tenía a comienzos de 2023.

El conurbano bonaerense es la zona más golpeada: las ventas en supermercados caen allí más que en el interior de la provincia. Esto no es casual. La economía del GBA depende de la construcción, la industria y el comercio, justamente los sectores más castigados.

Mientras tanto, el turismo también se desangra: el saldo neto entre argentinos que viajan al exterior y extranjeros que llegan al país arroja un déficit promedio de 200.000 personas por mes. En promedio, los argentinos pasan casi un mes fuera del país. Es una señal clara de atraso cambiario y falta de competitividad.

Destrucción de empresas y empleo

La foto laboral completa el cuadro. Desde la asunción del actual gobierno, cerraron más de 18.000 empresas que generaban empleo privado registrado. La destrucción de empleo privado triplica la reducción del empleo público.

Lejos de liberar al sector privado, el ajuste recayó sobre él. El Estado se achicó en cantidad, pero no en presión tributaria: la recaudación efectiva sigue siendo asfixiante cuando se suman impuestos nacionales, provinciales y municipales.

El poder adquisitivo del salario real continúa desplomándose. Los trabajadores públicos nacionales perdieron más de 30% en términos reales desde diciembre, mientras que el promedio general ronda el 14%. Si el plan económico pretendía fortalecer el mercado, hoy lo está vaciando.

El dilema del próximo paso

El Gobierno enfrenta una disyuntiva crítica: persistir en un esquema que licúa desequilibrios a costa de la economía real, o rediseñar su estrategia para reactivar sin perder el orden fiscal.

Primero, debe resolver el frente cambiario y monetario. El atraso del tipo de cambio y las tasas prohibitivas son un ancla que impide cualquier recuperación sostenible. Solo después será posible discutir reformas estructurales como la laboral o la previsional.

Las reformas sin macroeconomía sana son castillos en el aire. Nadie contrata más empleados si no vende más, ni invierte si el tipo de cambio real hace inviables los proyectos.

La motosierra fue efectiva para equilibrar planillas, pero no para encender motores. Sin producción, sin crédito y sin consumo, el superávit fiscal se convierte en un dato contable, no en un punto de inflexión.

Argentina necesita que el árbol de la macro vuelva a dar frutos. De lo contrario, el bosque que se intenta dibujar terminará siendo una postal seca más en su historia económica.

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