diciembre 02, 2025

Cuando Japón mueve la tasa, Argentina tiembla

 El mundo financiero amaneció con un dato que, lejos de ser anecdótico, representa un cambio estructural en el sistema monetario global: el rendimiento del bono japonés a 2 años superó el 1% por primera vez desde 2008. Para Japón, es apenas una cifra. Para el resto del mundo, es un sismo. Y para economías frágiles como la argentina, es una amenaza directa.

Durante dos décadas, Japón fue el gran financiador del planeta. Su política de tasas ultrabajas permitió que bancos, fondos de cobertura y aseguradoras se endeudaran en yenes casi sin costo —el famoso yen carry trade— para volcar esos recursos a bonos, acciones y monedas de mayor riesgo. Fue un lubricante silencioso del sistema financiero global.

Pero cuando la tasa japonesa corta rompe la barrera del 1%, ese esquema deja de funcionar. Y los capitales empiezan a regresar a casa.

Un mundo con tasas más duras

El giro japonés se suma a un contexto donde ni la Reserva Federal ni el Banco Central Europeo pueden relajar demasiado. Las tasas largas globales se recalibran al alza. Los rendimientos suben. El dinero se encarece. Y el apetito por riesgo, inevitablemente, se reduce.

Para economías ordenadas, esto significa volatilidad.
Para economías endeudadas, es una señal de advertencia.
Para economías desequilibradas como la argentina, puede transformarse en un problema sistémico.

Argentina: la tormenta perfecta

Argentina llega a este cambio global con una vulnerabilidad que se disimula con narrativa, pero no con números:

1. Reservas netas negativas

El Banco Central opera sin colchón. Cada movimiento del dólar global se amplifica. Si el dólar se fortalece —como suele ocurrir cuando el yen se aprecia y la tasa global sube— Argentina lo siente de forma inmediata en sus dólares financieros.

Sin reservas, el país carece de capacidad de intervención.
Y sin intervención, depende de la fe de los mercados.
Una fe que, ante shocks externos, suele evaporarse.

2. Un tipo de cambio artificialmente bajo

Con inflación que sigue siendo de dos dígitos mensuales en varios rubros y un crawling peg rezagado, el tipo de cambio oficial se fue transformando en un precio político más que económico. Ya no es ancla; es una bomba de tiempo.

La suba de la tasa japonesa presiona al dólar global y a los emergentes.
Argentina no tiene margen para absorber esa presión sin consecuencias:
– Se amplía la brecha.
– Se encarece el financiamiento comercial.
– La acumulación de reservas se vuelve aún más difícil.

3. Recesión profunda

El ajuste fiscal desplomó la demanda interna. La inversión está paralizada. La industria trabaja en niveles de 2002. En condiciones normales, una recesión amortigua los shocks externos porque reduce importaciones y presiones cambiarias.

Pero Argentina vive una recesión con inflación alta, brecha contenida artificialmente y reservas negativas. Es decir, la economía se achica, pero los desequilibrios no.

4. El muro de deuda 2026–2027

Este es el elefante en la habitación.

En 2026 y 2027 vencen miles de millones de dólares entre capital e intereses con el FMI, bonistas privados, organismos y deuda local en moneda dura. Reestructurar nuevamente tiene costos reputacionales enormes. Pagar sin acceso a crédito externo es casi imposible.

Hasta ayer, había una esperanza implícita: que el mundo siguiera inundado de liquidez barata. Que las tasas globales cedieran. Que algún flujo de carry trade o búsqueda de rendimiento empujara los bonos argentinos.

Japón acaba de dinamitar esa hipótesis.

El nuevo clima global no tolera experimentos

Con tasas más altas en el centro del sistema, los flujos ya no buscan riesgo; buscan refugio. Las primas de riesgo se ensanchan. Los emergentes se recalifican. El financiamiento se encarece. Los capitales especulativos desaparecen.

Argentina, que nunca resolvió sus problemas estructurales, queda expuesta de forma desnuda:

– Sin reservas,
– con un dólar artificial,
– en recesión,
– con riesgo país altísimo,
– y con un calendario de deuda inadministrable.

Si el mundo cambia hacia tasas más duras, Argentina no tiene red.

Conclusión: el reloj global ya no juega a favor

Japón movió la tasa. Y cuando la tercera economía del mundo mueve su ancla monetaria, todas las embarcaciones financieras del planeta se recalibran. En ese oleaje, los países con equilibrio macro flotan. Los países con desequilibrios navegan con dificultad. Y los países que nunca resolvieron sus fragilidades se hunden más rápido.

Argentina no está condenada.
Pero el mundo ya no regala tiempo.
Y los mercados globales acaban de recordarlo de manera contundente.

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