noviembre 05, 2025

Milei ganó, pero la economía sigue terapia intensiva: sin macro sana no hay reformas que sirvan

Las elecciones legislativas de octubre dejaron un resultado inesperado: Javier Milei consolidó un triunfo nacional con más del 41% de los votos, ganando en 15 provincias y, sorpresivamente, también en la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, el festejo político contrasta con una realidad económica que sigue trabada y un Congreso que no le garantiza al Gobierno los votos necesarios para aprobar las reformas estructurales que promete.

El oficialismo podrá hablar de “legitimación”, pero la aritmética parlamentaria es implacable: con el apoyo eventual del PRO y de algunos bloques provinciales, apenas se queda a las puertas del quórum en ambas cámaras. Las reformas tributaria, laboral y previsional que se anuncian deberán negociarse y, por tanto, difícilmente se parezcan a las que figuran en el ideario libertario original.

Y aun si el Congreso las aprobara, el problema no es legislativo, sino macro. Sin estabilidad cambiaria, sin un esquema monetario coherente y sin crecimiento real, cualquier reforma estructural será letra muerta.


Las reformas sin macro son humo

El Gobierno insiste en que la reforma tributaria “bajará impuestos” simplificando el sistema. Pero en la práctica, lo que se propone es ampliar la base imponible: es decir, más contribuyentes y, en el tiempo, más recaudación. La reforma laboral, al extender el fondo de desempleo al resto de los sectores, podría terminar encareciendo el costo de contratación y desincentivando la formación de capital humano. La previsional, por su parte, subirá la edad jubilatoria, pero no resolverá el déficit estructural de un sistema de reparto que ya no se sostiene en ningún país.

El error conceptual es creer que estas reformas por sí mismas reactivarán la economía. Sin una macro saludable, sin reservas netas, con un dólar atrasado y tasas artificialmente altas, no hay reforma que pueda generar inversión ni empleo genuino.


Salud macro: sin cepo, sin magia

El Gobierno acaba de superar su segundo rescate en apenas cinco meses: primero el del FMI, ahora el del Tesoro de EE.UU., que intercedió con un swap de USD 20.000 millones. Estos salvatajes no son éxito económico: son señales de un plan que no logra sostenerse por sus propios medios.

El tipo de cambio actual sigue lejos del equilibrio real. Las bandas del BCRA son inconsistentes y el dólar sólo baja cuando interviene el Tesoro. La productividad, la carga fiscal y las regulaciones hacen que los fundamentos microeconómicos exijan un dólar más alto para que los sectores productivos vuelvan a funcionar.

Abrir el cepo, dejar flotar el tipo de cambio y acompañarlo con una política monetaria coherente —que reduzca la tasa de interés hacia su nivel de equilibrio— es una condición necesaria para cualquier intento de crecimiento.


 Milei ante su prueba más difícil

El resultado electoral le da a Milei algo de aire político y reputacional, pero también lo enfrenta a su dilema más grande: seguir ajustando sin horizonte productivo o animarse a corregir el rumbo macroeconómico.

La economía real está en niveles mínimos de actividad, consumo y crédito. Si el Gobierno insiste en apretar más el torniquete fiscal y monetario, puede lograr una inflación transitoriamente baja, pero al costo de una recesión cada vez más profunda.

El cambio de estrategia es riesgoso, pero no hacerlo es suicida. 

Conclusión

Argentina necesita reformas, sí, pero ordenadas en secuencia lógica: primero estabilizar la macro, después liberar el cepo y recién entonces pensar en un rediseño estructural. Pretender hacer todo al revés es condenar cualquier intento de modernización a la irrelevancia.

La victoria electoral le dio a Milei una nueva oportunidad. Si la aprovecha o la dilapida, dependerá de algo más que su retórica: dependerá de si está dispuesto, por primera vez, a cambiar su plan económico.

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