septiembre 29, 2025

Editorial: Un plan económico sin aire propio

El gobierno de Javier Milei tiene un único objetivo: mantener el dólar artificialmente bajo para utilizarlo como ancla nominal antiinflacionaria. Toda la política económica de los últimos 21 meses se ha subordinado a ese fin. Para lograrlo, se recurrió a una sucesión de medidas transitorias —verdaderos conejos de galera— que aportaron dólares de corto plazo, evitando que el dólar suba o forzando bajas momentáneas.

Primero fue la venta de divisas retenidas en el sector privado; después, el blanqueo y el carry trade; más tarde, el refuerzo de reservas vía FMI con un crédito de USD 20.000 millones; ahora, agotadas esas cartas, el recurso fue suspender las retenciones hasta fin de octubre y acudir al Tesoro de EE.UU. en busca de otro salvataje.

En todos los casos, la lógica es la misma: forzar una sobreoferta transitoria de dólares para alterar, aunque sea por pocos días, la tendencia natural de un tipo de cambio real que luce insosteniblemente bajo. El problema es que, detrás de cada conejo, el stock se agota. El FMI sirvió para contener la brecha por apenas dos semanas; la suspensión de retenciones podría durar algo similar.

De hecho, según los datos oficiales, el cupo de USD 7.000 millones de exportaciones  Se trata, en el mejor de los casos, de una oferta que alcanza para un mes de demanda privada de divisas, estimada en torno a USD 55.000 millones anuales. Un respiro efímero frente a un problema estructural.

El paralelismo con el acuerdo del FMI es evidente: entonces el dólar bajó de $1.350 a $1.100 en pocos días; ahora, tras la suspensión de retenciones y el anuncio del entendimiento con el Tesoro norteamericano, el dólar se replegó de $1.520 a $1.350. Pero, como ocurrió en abril, el rebote alcista posterior luce inevitable. Los fundamentos monetarios y microeconómicos están totalmente desalineados con un dólar tan bajo, y el mercado lo sabe.

La medida tampoco tiene impacto productivo: no beneficia a los productores, que ya vendieron con retenciones incluidas, sino a los exportadores, que compraron barato y ahora liquidan a retención cero. El gobierno privilegia el efecto financiero y cambiario inmediato sobre la consistencia de mediano plazo, mostrando su desesperación tanto por dólares como por votos.

El resultado es un país atado a un plan económico inconsistente. No hay corrección de fondo ni programa integral, sólo parches cada vez menos eficaces. En cinco meses se recurrió primero al FMI y ahora al Tesoro de EE.UU. en busca de unos USD 45.000 millones (casi 7% del PBI). Ninguna economía viable depende de semejante respirador externo para sostener su estabilidad.

Lo preocupante es que Milei no parece dispuesto a cambiar: niega el fracaso, insiste con el TMAP, y se aferra a un guion que lo obliga a sacar cada vez más conejos de una galera cada vez más vacía. El riesgo político es que la fragilidad económica se combine con un mal resultado electoral, acelerando la dinámica alcista del tipo de cambio.

En definitiva, Argentina sigue atrapada en un plan sin aire propio: mientras el gobierno sólo busque ganar tiempo con dólares prestados o adelantados, la tendencia de fondo será siempre la misma: atraso, parches y un dólar que tarde o temprano recuperará la presión alcista.

septiembre 22, 2025

El manotazo de ahogado de Milei: Tesoro de EE.UU., retenciones y elecciones

 El Gobierno insiste en mostrar que conserva el control de la situación económica, pero las señales que emite revelan lo contrario: improvisación, desesperación y una peligrosa dependencia de prestamistas externos y medidas transitorias que minan la credibilidad.

El Tesoro de EE.UU. como prestamista de “recontra última instancia”

La comparación es clara: el FMI es prestamista de última instancia; cuando un país acude a él, suele ser porque ya se agotaron las fuentes de financiamiento privadas y la crisis está instalada. Pero ahora, el oficialismo plantea como alternativa acudir al Tesoro de Estados Unidos, lo que equivale a la “última bocanada de aire” antes del ahogo definitivo.
No será un salvataje que devuelva la confianza, sino apenas un respiro fugaz –si llega– que terminará profundizando la falta de credibilidad en la política económica.

Encuestas y el golpe político en Buenos Aires

En paralelo, las encuestas anticipan un escenario adverso: en la Provincia de Buenos Aires, José Luis Espert arranca 11 puntos abajo de Tatiana y sin margen para crecer. El interior no aparece como un contrapeso: salvo cinco provincias, en el resto el desempleo subió tanto o más que en el conurbano, lo que adelanta un voto castigo extendido.
El peso electoral de Buenos Aires es decisivo: ni sumando Córdoba, Santa Fe, CABA, Mendoza y Tucumán se alcanza la magnitud de votantes bonaerenses. En el norte, la LLA directamente muestra un derrumbe en intención de voto.

Retenciones: el síntoma de la desesperación

En este marco, el anuncio de suspender las retenciones por apenas 40 días es un claro ejemplo de la lógica del Gobierno:

  • Transitoriedad. Todo es parche, nada es regla de juego estable.

  • Desesperación. Se busca liquidar dólares a cualquier precio y ganar tiempo electoral.

  • Incoherencia. Si el dólar oficial a $1.475 con retenciones 0% equivale a un dólar de $1.900 con derechos del 30%, el propio Gobierno está admitiendo que el tipo de cambio está atrasado.

¿Alguien en el mercado cree que el dólar debe valer menos de $1.900? Nadie.

Pan para hoy, hambre para mañana

El incentivo a liquidar soja bajo estas condiciones es, en el mejor de los casos, pan para hoy y hambre para mañana. Los productores saben que este es un esquema transitorio y que cualquier decisión de venta ahora los dejará en una situación más frágil después de octubre.
La conclusión es obvia: nadie invierte en un país donde las reglas cambian cada 40 días y donde el propio Estado muestra que considera barato un dólar de $1.900.

Una política económica de manotazos

La secuencia es clara:

  1. Se busca financiamiento externo en condiciones cada vez más comprometidas.

  2. Se recurre a medidas discrecionales de cortísimo plazo para arañar dólares.

  3. Se condiciona toda estrategia al calendario electoral.

En el corto plazo, quienes especulan con bonos y acciones pueden encontrar oportunidades. Pero la dinámica es la misma: “hoy ganás, mañana perdés”, sin horizonte claro, sin consistencia y con creciente riesgo de colapso.

El Gobierno no está construyendo un programa económico: está respirando con tubo de oxígeno prestado y cada día más corto.

septiembre 15, 2025

Un Tipo de Cambio Inviable: Anatomía de un Atraso Cambiario Recurrente

La Argentina vuelve a transitar un sendero conocido y peligroso: el del atraso cambiario. Hoy, el tipo de cambio real (TCR) se ubica en niveles históricamente bajos, comparables únicamente con los registrados durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015) y la primera mitad del gobierno de Mauricio Macri (2016-2017). Dos experiencias que terminaron mal, y que fueron sostenidas con herramientas que ya no están disponibles.

En aquel entonces, el dólar barato era una ficción comprada a un costo altísimo:

  • CFK2 utilizó y agotó USD 42.000 millones de reservas netas para mantener el atraso cambiario.

  • Macri, de la mano de Luis “Toto” Caputo, colocó unos USD 40.000 millones netos de deuda en los mercados internacionales, financiando el déficit fiscal y, al mismo tiempo, sosteniendo un dólar planchado.

Hoy, esas dos válvulas de escape están cerradas. No hay reservas para vender, ni acceso a los mercados voluntarios de deuda. La única fuente externa de financiamiento es el FMI, pero incluso allí el margen de negociación es cada vez más estrecho.

En consecuencia, el atraso cambiario actual no es solo inviable: es insostenible. La corrección es inevitable. La discusión ya no es “si”, sino “cuándo” y “a qué nivel”.


Escenarios de corrección: dólar a $2000, $2500 o $3000

Si el tipo de cambio nominal se ajustara “YA MISMO”, sin dilaciones, los distintos niveles de salto tendrían implicancias bien distintas en términos históricos:

  • Dólar a $2000:
    Nos ubicaría en un punto de partida comparable al de mediados de 2019, previo a las PASO que dinamitaron la credibilidad del gobierno de Macri, y en un nivel cercano al de 2006, cuando la economía aún se beneficiaba del superciclo de commodities.

  • Dólar a $2500:
    Equivaldría a situarnos en el promedio del 2022/2023, en plena administración Fernández-Cristina-Massa, y también en valores cercanos a los de principios de 2003, cuando la salida de la Convertibilidad todavía estaba fresca.

  • Dólar a $3000:
    Significaría un salto traumático que nos dejaría:

    • peor que a comienzos de 2002, en el momento más agudo de la crisis post-convertibilidad,

    • por encima del promedio de la gestión Fernández-Cristina-Massa,

    • pero aún por debajo de los picos de sobresalto cambiario de ese mismo período.


Inflación y pass-through: el factor tiempo

La dinámica inflacionaria condiciona el costo del atraso y la magnitud de la corrección. Con una inflación mensual del 2%, el “trabajo sucio” de la licuación hace que, con el tiempo, la magnitud del salto cambiario requerido para recomponer el TCR sea algo menor. En cambio, con inflaciones más altas (4% o más), el ajuste cambiario posterior debería ser mucho más violento para alcanzar el mismo nivel de competitividad.

Hoy, al menos en el corto plazo, las condiciones monetarias contractivas permiten suponer que el pass-through (traslado a precios de una devaluación) sería más bajo que en el pasado inmediato. Pero cuanto más se demore la corrección, mayor será la inercia inflacionaria acumulada, y más riesgoso resultará el ajuste.


El dilema electoral

El gobierno juega una apuesta peligrosa: estirar el atraso cambiario hasta octubre, para llegar con una inflación contenida y mostrar competitividad electoral. Pero el costo de esta estrategia es altísimo:

  • Se sigue profundizando la pérdida de reservas.

  • Los exportadores liquidan lo mínimo indispensable para cubrir costos.

  • Las importaciones se abren de forma indiscriminada, destruyendo empleo en la industria.

  • Y el votante de a pie, cada vez más golpeado por desempleo, salarios deprimidos y apatía política, podría convertirse en el factor imprevisible de la elección.


Conclusión

La historia argentina es clara: cada atraso cambiario termina en crisis. La diferencia es que esta vez no hay colchón de reservas ni crédito externo para sostener la ficción. La corrección del tipo de cambio nominal no es un riesgo, es un hecho. La única incógnita es cuándo y a qué nivel ocurrirá.

La Argentina, una vez más, se enfrenta a su dilema recurrente: cuanto más tarde en sincerarse, más doloroso será el ajuste posterior.




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