octubre 28, 2024

La economía argentina enfrenta un momento crítico en el que el desempeño de la actividad productiva actual y las perspectivas de salir del ciclo recesivo en el corto plazo determinarán si el programa económico en curso puede sostenerse o si inevitablemente colapsará. En esta encrucijada, el débil crecimiento y la inversión en niveles bajos amenazan la posibilidad de consolidar la estabilidad monetaria y cambiaria que el país necesita para evitar un eventual colapso. Hoy, los indicadores sectoriales, tanto en la industria como en la construcción, el comercio minorista, y la actividad PYME, revelan una economía que, lejos de recuperarse, continúa en retroceso. Las estadísticas de septiembre 2024 indican una economía estancada y con signos claros de deterioro en los sectores productivos. El índice de construcción muestra caídas interanuales marcadas, reflejando la falta de actividad en un sector vital para la generación de empleo y crecimiento económico. A su vez, la industria, medida por el IPI de FIEL, ha perdido el impulso observado en los meses anteriores. Con un crecimiento acumulado de solo +0,03% en dos meses, la industria se encuentra lejos de poder generar un cambio significativo en la actividad económica. Además, al analizar los datos desestacionalizados de la producción industrial, se observa que el nivel de actividad actual se encuentra significativamente por debajo de los picos alcanzados en años anteriores, incluyendo la administración anterior. Solo los sectores de alimentos y combustibles muestran signos positivos, mientras que otras áreas fundamentales como plásticos, metales y automóviles registran caídas de dos dígitos en comparación con el año anterior. El Índice Líder de la UTDT subraya aún más este pesimismo: una probabilidad de apenas 7.6% de que el país salga de la recesión en los próximos meses refleja un escenario sombrío para la economía real. Los pocos sectores con desempeño positivo no son suficientes para generar una recuperación sólida, y la actividad económica no muestra señales de fortalecimiento. Las ventas minoristas, por ejemplo, han experimentado una baja sostenida, y el cierre de locales en la Ciudad de Buenos Aires es un síntoma de que el consumo está lejos de los niveles necesarios para estimular la economía. La creciente cantidad de comercios cerrados señala un deterioro en la demanda, y la falta de rentabilidad en el sector minorista afecta no solo a los propietarios de estos negocios, sino también al mercado inmobiliario de locales comerciales. El impacto de la apreciación cambiaria en este contexto es alarmante. La reducción del valor del dólar en términos constantes, que supera los niveles de abril 2024, genera incentivos contraproducentes para las exportaciones y desincentiva la inversión extranjera en sectores estratégicos. En este contexto, un tipo de cambio bajo solo es sostenible en una economía con un Estado menos presente y un sector privado altamente productivo, características que actualmente Argentina no posee. La disminución de la competitividad derivada de este tipo de cambio afecta negativamente a la economía real y retrasa cualquier posible recuperación. La inversión privada, fundamental en el programa económico del actual gobierno, muestra una caída sustancial. Con una contracción interanual del 25.8% en agosto, la inversión se ubica en niveles críticos para sostener la economía a largo plazo. Este descenso es un claro reflejo de la falta de confianza en el futuro económico del país y la incapacidad del programa económico de generar las condiciones necesarias para un crecimiento sostenible. El bajo nivel de inversión afecta no solo la producción actual, sino también la capacidad de crecimiento futuro. Frente a estas cifras, es evidente que la disociación entre la economía financiera y la economía real no puede mantenerse indefinidamente. La actual estabilidad financiera es, en gran medida, una ilusión sostenida por expectativas que no encuentran respaldo en la economía real. Las acciones de empresas pueden elevarse solo hasta cierto punto si no hay crecimiento en las ganancias reales de estas compañías; sin embargo, cuando las empresas no producen, venden ni generan ingresos en forma sostenida, los valores bursátiles eventualmente caen. Del mismo modo, el valor de los bonos depende del crecimiento real: sin crecimiento genuino, el repago de deudas es cada vez más difícil y los valores de los bonos se desploman. La falta de "magia" o "fuerzas celestiales" que sostengan estos precios sin un respaldo tangible deja a la economía en una posición frágil, donde cualquier desajuste puede desencadenar una crisis de confianza. En conclusión, los datos y proyecciones actuales muestran que el programa económico enfrenta un riesgo significativo de fracasar si no se consolida una recuperación económica real. Sin un crecimiento tangible en la actividad y la inversión, los beneficios prometidos por el gobierno nunca se materializarán, y los costos continuarán afectando a la población sin ofrecer una mejora en el mediano o largo plazo. La actual paz cambiaria y monetaria es, en el mejor de los casos, temporal, y si la economía no logra despegar, el optimismo financiero que actualmente sostiene al país se desvanecerá, arrastrando consigo cualquier esperanza de estabilidad económica.

La economía argentina enfrenta un momento crítico en el que el desempeño de la actividad productiva actual y las perspectivas de salir del ciclo recesivo en el corto plazo determinarán si el programa económico en curso puede sostenerse o si inevitablemente colapsará. En esta encrucijada, el débil crecimiento y la inversión en niveles bajos amenazan la posibilidad de consolidar la estabilidad monetaria y cambiaria que el país necesita para evitar un eventual colapso. Hoy, los indicadores sectoriales, tanto en la industria como en la construcción, el comercio minorista, y la actividad PYME, revelan una economía que, lejos de recuperarse, continúa en retroceso. 

Las estadísticas de septiembre 2024 indican una economía estancada y con signos claros de deterioro en los sectores productivos. El índice de construcción muestra caídas interanuales marcadas, reflejando la falta de actividad en un sector vital para la generación de empleo y crecimiento económico. A su vez, la industria, medida por el IPI de FIEL, ha perdido el impulso observado en los meses anteriores. Con un crecimiento acumulado de solo +0,03% en dos meses, la industria se encuentra lejos de poder generar un cambio significativo en la actividad económica. Además, al analizar los datos desestacionalizados de la producción industrial, se observa que el nivel de actividad actual se encuentra significativamente por debajo de los picos alcanzados en años anteriores, incluyendo la administración anterior. Solo los sectores de alimentos y combustibles muestran signos positivos, mientras que otras áreas fundamentales como plásticos, metales y automóviles registran caídas de dos dígitos en comparación con el año anterior.

El Índice Líder de la UTDT subraya aún más este pesimismo: una probabilidad de apenas 7.6% de que el país salga de la recesión en los próximos meses refleja un escenario sombrío para la economía real. Los pocos sectores con desempeño positivo no son suficientes para generar una recuperación sólida, y la actividad económica no muestra señales de fortalecimiento. Las ventas minoristas, por ejemplo, han experimentado una baja sostenida, y el cierre de locales en la Ciudad de Buenos Aires es un síntoma de que el consumo está lejos de los niveles necesarios para estimular la economía. La creciente cantidad de comercios cerrados señala un deterioro en la demanda, y la falta de rentabilidad en el sector minorista afecta no solo a los propietarios de estos negocios, sino también al mercado inmobiliario de locales comerciales.

El impacto de la apreciación cambiaria en este contexto es alarmante. La reducción del valor del dólar en términos constantes, que supera los niveles de abril 2024, genera incentivos contraproducentes para las exportaciones y desincentiva la inversión extranjera en sectores estratégicos. En este contexto, un tipo de cambio bajo solo es sostenible en una economía con un Estado menos presente y un sector privado altamente productivo, características que actualmente Argentina no posee. La disminución de la competitividad derivada de este tipo de cambio afecta negativamente a la economía real y retrasa cualquier posible recuperación.

La inversión privada, fundamental en el programa económico del actual gobierno, muestra una caída sustancial. Con una contracción interanual del 25.8% en agosto, la inversión se ubica en niveles críticos para sostener la economía a largo plazo. Este descenso es un claro reflejo de la falta de confianza en el futuro económico del país y la incapacidad del programa económico de generar las condiciones necesarias para un crecimiento sostenible. El bajo nivel de inversión afecta no solo la producción actual, sino también la capacidad de crecimiento futuro.

Frente a estas cifras, es evidente que la disociación entre la economía financiera y la economía real no puede mantenerse indefinidamente. La actual estabilidad financiera es, en gran medida, una ilusión sostenida por expectativas que no encuentran respaldo en la economía real. Las acciones de empresas pueden elevarse solo hasta cierto punto si no hay crecimiento en las ganancias reales de estas compañías; sin embargo, cuando las empresas no producen, venden ni generan ingresos en forma sostenida, los valores bursátiles eventualmente caen. Del mismo modo, el valor de los bonos depende del crecimiento real: sin crecimiento genuino, el repago de deudas es cada vez más difícil y los valores de los bonos se desploman. La falta de "magia" o "fuerzas celestiales" que sostengan estos precios sin un respaldo tangible deja a la economía en una posición frágil, donde cualquier desajuste puede desencadenar una crisis de confianza.

En conclusión, los datos y proyecciones actuales muestran que el programa económico enfrenta un riesgo significativo de fracasar si no se consolida una recuperación económica real. Sin un crecimiento tangible en la actividad y la inversión, los beneficios prometidos por el gobierno nunca se materializarán, y los costos continuarán afectando a la población sin ofrecer una mejora en el mediano o largo plazo. La actual paz cambiaria y monetaria es, en el mejor de los casos, temporal, y si la economía no logra despegar, el optimismo financiero que actualmente sostiene al país se desvanecerá, arrastrando consigo cualquier esperanza de estabilidad económica.

octubre 21, 2024

El Veto al Financiamiento Universitario: El Punto de Quiebre del Ajuste en la Gestión Milei

 El veto a la movilidad jubilatoria y el veto al financiamiento de las universidades nacionales representan decisiones económicas que, aunque comparten una lógica de ajuste fiscal, tienen consecuencias muy diferentes en términos políticos y sociales. En 2024, el veto a la movilidad permitió un ahorro de 0,5% del PBI, una cifra que crecerá entre 0,5% y 0,7% en 2025. Sin embargo, el veto a las universidades generaría un ahorro significativamente menor, aproximadamente 0,14% del PBI, afectando a un sector de la sociedad que valora profundamente la educación universitaria, a diferencia de los jubilados, cuyo poder político y social es mucho más reducido.


El Congreso, en este caso, apoyó el veto del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), gracias a una reconfiguración de apoyos políticos, principalmente del PRO y algunos sectores del radicalismo, quienes cambiaron su postura en cuestión de semanas. Este giro recuerda a las estrategias políticas en el fútbol, donde las divisiones inferiores (en este caso, las universidades) no solo forman jugadores, sino que también son espacios donde prolifera la corrupción.


El financiamiento universitario ha estado bajo la lupa durante años. Mientras que su porcentaje sobre el PBI ha variado, los niveles actuales rondan el 0,7%, con picos en 2015 y 2017. El recorte propuesto impactaría directamente en estudiantes, docentes y trabajadores no docentes, generando un punto de inflexión potencialmente crítico para el gobierno de Javier Milei. A diferencia de los jubilados, la universidad pública es un orgullo social en Argentina, una institución respetada tanto a nivel local como internacional. En este contexto, la UBA, situada entre las mejores universidades de América Latina, es un símbolo de la excelencia educativa argentina, como la selección nacional lo es en el fútbol.


El veto al financiamiento universitario no solo impacta a la clase media, el sector más golpeado por el actual plan económico debido a la inflación que afecta desproporcionadamente su patrón de consumo. También ataca una de las pocas instituciones que la clase media percibe como un beneficio tangible. Para esta clase, cada vez más ahogada por impuestos y servicios públicos deficientes, la educación universitaria es uno de los pocos servicios estatales que sienten que pueden "robarle" al Estado, convirtiendo a la universidad en una suerte de Robin Hood.

El descontento social está creciendo, alimentado por una inflación acumulada que supera ampliamente el promedio en sectores clave como vivienda, salud y transporte. A esto se suma el desgaste político que el gobierno de Milei está experimentando. Si bien ajustar a los jubilados puede tener bajos costos políticos, tocar el sistema universitario es otro cantar. La universidad pública tiene un impacto intertemporal, afectando tanto al presente como al futuro, e involucrando no solo a estudiantes, sino también a la clase política.

En este sentido, el veto universitario podría ser el detonante de un rechazo social y político de mayor envergadura, una movilización de calles y protestas que ni siquiera el ajuste a los jubilados logró provocar. En la esfera política, esta movida podría desencadenar un realineamiento de fuerzas, con sectores del PRO y el radicalismo buscando distanciarse del gobierno de Milei. La frágil coalición gobernante ya está mostrando signos de ruptura interna, y este conflicto podría acelerar el proceso.

En resumen, el veto al financiamiento de las universidades es un ajuste económico que, si bien genera un ahorro limitado, tiene el potencial de desencadenar una crisis política y social de gran magnitud. Mientras el gobierno de Milei sigue apostando a políticas de confrontación, el descontento crece, y el horizonte económico no muestra señales claras de mejora. La clase media, ya castigada por la inflación y la presión fiscal, podría encontrar en este veto el punto de quiebre que transforme el panorama político argentino.

octubre 10, 2024

CEPO y la Realidad Económica: Una Comparación Desafortunada

Recientemente, el Ministro de Economía, Luis Caputo, ha sugerido que el control de cambios (CEPO) puede ser compatible con el crecimiento económico, citando a China como ejemplo. Sin embargo, esta afirmación se desmorona al examinar detenidamente los hechos. Primero, China no ha experimentado crecimiento de dos dígitos desde 2010, contradiciendo directamente la afirmación del ministro. Además, el National Bureau of Statistics of China (NBSC) proyecta una disminución constante en su crecimiento económico, reflejando una tendencia global de desaceleración, previsible bajo las teorías estándar de crecimiento económico.

Es crucial distinguir entre control de capital y CEPO. Mientras China tiene un límite anual de $50,000 por persona, considerablemente más alto que su PBI per cápita, esto no impide que sus ciudadanos inviertan y ahorren de manera productiva. En contraste, en Argentina, donde los ahorros en dólares son comunes, el CEPO actúa como un obstáculo significativo. Este control distorsiona el mercado cambiario y desincentiva la inversión productiva, evidenciado por la disminución constante en la formación bruta de capital bajo distintas administraciones.

El levantamiento del CEPO se presenta como una condición necesaria para reactivar el crecimiento económico en Argentina. Sin embargo, no es suficiente por sí solo. La política macroeconómica debe acompañar esta medida con coherencia y prudencia para evitar fluctuaciones perjudiciales.

Caputo también ha mencionado la importancia de gestionar la salida del CEPO sin generar estrés económico ni social. Sin embargo, vincular la apertura del CEPO a niveles específicos de inflación demuestra un malentendido fundamental de las causas y efectos económicos. La inflación es una consecuencia directa del CEPO, no su causa, y condicionar su levantamiento a un nivel arbitrario de inflación es un error estratégico.

Además, la incertidumbre sobre la demanda futura de dólares y la oferta de dinero post-CEPO plantea riesgos significativos. Históricamente, la intervención excesiva del gobierno en el mercado cambiario ha generado distorsiones y crisis económicas prolongadas. La gestión económica debe abandonar enfoques mecanicistas y considerar la complejidad de la economía real, especialmente en un contexto global incierto.

En conclusión, la política económica argentina debe abandonar el CEPO para liberar el potencial económico y restaurar la confianza tanto interna como externamente. La incertidumbre y la timidez solo prolongan el sufrimiento económico y socavan las bases para un crecimiento sostenido. Es hora de adoptar medidas valientes y fundamentadas en principios económicos sólidos, dejando atrás las soluciones temporales que solo perpetúan los problemas estructurales.

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