Recientemente, el Ministro de Economía, Luis Caputo, ha sugerido que el control de cambios (CEPO) puede ser compatible con el crecimiento económico, citando a China como ejemplo. Sin embargo, esta afirmación se desmorona al examinar detenidamente los hechos. Primero, China no ha experimentado crecimiento de dos dígitos desde 2010, contradiciendo directamente la afirmación del ministro. Además, el National Bureau of Statistics of China (NBSC) proyecta una disminución constante en su crecimiento económico, reflejando una tendencia global de desaceleración, previsible bajo las teorías estándar de crecimiento económico.
Es crucial distinguir entre control de capital y CEPO. Mientras China tiene un límite anual de $50,000 por persona, considerablemente más alto que su PBI per cápita, esto no impide que sus ciudadanos inviertan y ahorren de manera productiva. En contraste, en Argentina, donde los ahorros en dólares son comunes, el CEPO actúa como un obstáculo significativo. Este control distorsiona el mercado cambiario y desincentiva la inversión productiva, evidenciado por la disminución constante en la formación bruta de capital bajo distintas administraciones.
El levantamiento del CEPO se presenta como una condición necesaria para reactivar el crecimiento económico en Argentina. Sin embargo, no es suficiente por sí solo. La política macroeconómica debe acompañar esta medida con coherencia y prudencia para evitar fluctuaciones perjudiciales.
Caputo también ha mencionado la importancia de gestionar la salida del CEPO sin generar estrés económico ni social. Sin embargo, vincular la apertura del CEPO a niveles específicos de inflación demuestra un malentendido fundamental de las causas y efectos económicos. La inflación es una consecuencia directa del CEPO, no su causa, y condicionar su levantamiento a un nivel arbitrario de inflación es un error estratégico.
Además, la incertidumbre sobre la demanda futura de dólares y la oferta de dinero post-CEPO plantea riesgos significativos. Históricamente, la intervención excesiva del gobierno en el mercado cambiario ha generado distorsiones y crisis económicas prolongadas. La gestión económica debe abandonar enfoques mecanicistas y considerar la complejidad de la economía real, especialmente en un contexto global incierto.
En conclusión, la política económica argentina debe abandonar el CEPO para liberar el potencial económico y restaurar la confianza tanto interna como externamente. La incertidumbre y la timidez solo prolongan el sufrimiento económico y socavan las bases para un crecimiento sostenido. Es hora de adoptar medidas valientes y fundamentadas en principios económicos sólidos, dejando atrás las soluciones temporales que solo perpetúan los problemas estructurales.