enero 13, 2025

El posible rebote de la actividad en 2025: una mirada microeconómica

En nuestra última editorial discutimos un escenario optimista donde el nivel de actividad podría aumentar un 4,6% en 2025. Este supuesto se basa en una dinámica mensual desestacionalizada de crecimiento del 0,3% durante los próximos 12 meses. Si esto se concretara, el nivel de actividad global alcanzaría valores superiores a los de 2017, 2021 y 2022, aunque se mantendría levemente por debajo de los picos históricos de esos años. En este contexto, el gobierno, impulsado por el año electoral, probablemente buscará presentar este rebote como una señal de “crecimiento económico”.

Rebote no es crecimiento

Es crucial subrayar que un aumento del PBI tras dos años de caídas consecutivas no constituye crecimiento económico sostenido. Históricamente, hemos visto fluctuaciones similares: tras contracciones de -1,6% en 2023 y -2,5% en 2024, un crecimiento de +4,6% en 2025 podría ser simplemente un efecto estadístico. Ejemplos previos, como las recuperaciones de +10,4% en 2021 y +5,3% en 2022 tras la crisis de 2020 (-9,9%), demuestran que estas variaciones positivas no garantizan un cambio de tendencia estructural.

El crecimiento económico genuino implica un aumento sostenido del PBI per cápita en horizontes de mediano y largo plazo. Si bien un crecimiento de +4,6% en 2025 sería mejor que cifras menores o una nueva caída, el PBI per cápita seguiría por debajo de los niveles registrados en 2023, 2022 y la década 2011-2019, manteniendo una tendencia negativa desde 2011.

El rol de la inversión

El motor del crecimiento económico es la inversión, que expande la capacidad productiva y genera riqueza en el largo plazo. Hasta ahora, el gobierno de Javier Milei ha mostrado un ratio de inversión bruta interna del 13,8% del PBI, inferior al de las últimas seis presidencias. Este nivel no solo es insuficiente para amortizar el stock de capital existente, sino que también destruye capacidad productiva futura.

Para revertir esta situación, la inversión debería aumentar al menos 4 puntos porcentuales del PBI, alcanzando niveles similares a los registrados durante la gestión de Néstor Kirchner. Sin una mayor inversión, será imposible lograr un crecimiento sostenible. A pesar de los discursos optimistas sobre el potencial del sector energético y el software, estas industrias por sí solas no pueden asegurar un cambio estructural en la economía argentina.

Dificultades microeconómicas

El entramado microeconómico argentino, compuesto por pymes agrícolas, industriales, de construcción y comerciales, enfrenta graves dificultades. La rentabilidad está comprimida debido a altos costos de producción en dólares, demanda interna débil y un panorama exportador sombrío. Además, la apertura comercial y el encarecimiento de los productos nacionales agravan la situación.

En 2024, el agro logró maquillar parcialmente la caída del PBI gracias a un rebote estadístico del 37% tras la sequía de 2023. Sin embargo, para 2025, una cosecha buena pero normal no será suficiente. La actividad industrial, por su parte, acumuló una contracción del 6,8% en los primeros 11 meses de 2024, reflejando una preocupante pérdida de competitividad. En la construcción, el índice Construya mostró caídas sostenidas, acumulando una contracción anual del 27,2%.

Conclusión

El escenario optimista de un rebote del 4,6% en 2025 debe interpretarse con cautela. Aunque deseable, un repunte del nivel de actividad no equivale a crecimiento económico sostenido. Para alcanzar este objetivo, es imprescindible un cambio radical en la política de inversión, que permita fortalecer el entramado microeconómico y revertir las tendencias negativas de la última década. Sin estas transformaciones, cualquier mejora en 2025 será efímera y carecerá de impacto estructural.

enero 06, 2025

Perspectivas Económicas 2024-2025: Entre Promesas de Cambio y Realidades Persistentes

 Los recientes datos del EMAE proporcionados por el INDEC hasta octubre de 2024 arrojan un panorama complejo para la economía argentina. Según estas cifras, la variación del PBI se estima en torno al -2,5% en 2024. Sin embargo, este número adquiere matices significativos cuando se analiza en detalle: excluyendo el impacto de la recuperación agrícola esperada en 2024, la contracción económica sería mucho más severa, alcanzando el -6,0% en comparación con 2023. Esta diferencia destaca cómo el desempeño negativo de sectores clave como la construcción, la industria, las PYMEs y el comercio, todos grandes generadores de empleo, se diluye en el promedio global.

A medida que comienza 2025, el análisis de la trayectoria económica reciente muestra una continuidad preocupante de las tendencias observadas desde 2012. A pesar de las promesas del gobierno de Javier Milei de romper con este ciclo y ofrecer un crecimiento sostenido del PBI de +5,0% anual durante los próximos tres años, los desafíos estructurales siguen siendo profundos. Incluso bajo un escenario optimista de crecimiento positivo, el PBI per cápita proyectado para 2027 se mantendría por debajo de los niveles de 2017 y años anteriores, reflejando un estancamiento prolongado en la generación de riqueza.

El gobierno enfrenta el desafío de demostrar que su programa económico puede traducirse en resultados tangibles y sostenibles. Sin embargo, las políticas actuales parecen priorizar logros de corto plazo, como la contención artificial del tipo de cambio y la inflación, a expensas de resolver los problemas de fondo, como la baja productividad, la escasa inversión y las limitaciones estructurales del Estado. Esta estrategia puede llevar a un rebote económico efímero, seguido de nuevas crisis de sostenibilidad.

Además, la creciente fragmentación social y la escalada de confrontaciones políticas y económicas complican aún más el panorama. Una sociedad más segmentada y violenta demanda mayores controles y gasto público, elementos que son antagónicos al enfoque de reducción estatal que el gobierno intenta implementar. La falta de un entorno de cooperación y estabilidad dificulta la inversión y la actividad económica, factores esenciales para cualquier programa de crecimiento sostenible.

En este contexto, el riesgo de una nueva devaluación y una aceleración inflacionaria en el mediano plazo no puede ser descartado. Si bien un acuerdo con el FMI y el ingreso de capital fresco podrían brindar cierto alivio en 2025, la viabilidad del programa económico dependerá en última instancia de su capacidad para generar confianza y atraer inversiones genuinas.

La historia reciente de la economía argentina enseña que los rebotes económicos tras contracciones severas han sido frecuentes, pero generalmente seguidos por nuevas recaídas. Sin cambios estructurales profundos y sostenibles, el panorama actual sugiere que el camino hacia un crecimiento duradero sigue siendo esquivo. El gobierno enfrenta un reto monumental: transformar promesas en realidades y superar las limitaciones que han frenado al país durante más de una década.

Archivo del blog